Dos novelas ejemplares para la escena. La caudalosa prosa del novelista encerrada en el tiempo efímero de la representación. Los múltiples viajes, los años transcurridos, los muchos personajes, condensados en dos momentos de enorme teatralidad: El fraile experto que “cura” de su mal al licenciado y el furtivo encuentro entre un truhán y una jovencita. Las novelas son, claro está, El licenciado vidriera y el celoso extremeño. Los momentos, el punto álgido de ambos relatos llevados a la escena con toda la libertad que nos hemos permitido desde el profundo amor a los originales cervantinos.
Hace mucho tiempo ya jugamos con Chanfalla y Chirinos a través de “El retablo de Eldorado”, de José Sanchis Sinisterra. En esta ocasión nos van a volver a echar una mano con su sabiduría de comediantes para resolver de manera maravillosa situaciones imposibles.
CERVANTES EJEMPLAR
VERSIÓN PARA LA ESCENA DE DOS NOVELAS EJEMPLARES
AUTORES
Laila Ripoll, a partir de EL LICENCIADO VIDRIERA
Mariano Llorente, a partir de EL CELOSO EXTREMEÑO
ACTORES
Manuel Agredano, Elisabet Altube, Marcos León, Jorge Varandela y Mariano Llorente
ILUMINACIÓN Luis Perdiguero
VESTUARIO Almudena Rodríguez Huertas
ESCENOGRAFIA Arturo Martín Burgos
VIDEO ESCENA Jana Pachón
ESPACIO SONORO David Roldán
DIRECCIÓN TÉCNICA
Y REGIDURÍA Antonio Verdú
DISTRIBUCIÓN Joseba García
TEXTO “VIDRIERA” Laila Ripoll
TEXTO “CELOSO” Mariano Llorente
DIRECCIÓN Laila Ripoll
Micomicón es palabra cervantina. Y la palabra de Cervantes un reino amplio y luminoso donde MICOMICÓN, alguna vez, tenía que acabar adentrándose, afrontando la belleza de su sus soberbios parajes y también los peligros de sus simas insondables y exuberante vegetación.
Hay una docena de espectáculos a nuestras espaldas con textos del Siglo de Oro y otros tantos con textos propios que abordan asuntos contemporáneos. Aquel Mudarra del año 94, basado en el bastardo Mudarra, de Lope de Vega, hablaba, sin hacer nunca una mención explícita, de la guerra de los Balcanes que en aquellos años estremecía Europa. Unos cinco años después, “La ciudad sitiada”, texto de Laila Ripoll, tenía detrás la Numancia de Cervantes para hablarnos de las guerras centroamericanas y abundar de nuevo en la salvaje y genocida pasión de los nacionalismos extremos que ya habían aniquilado Yugoslavia. En “Todas las palabras”, (2004) de Mariano Llorente, un rey y un bufón muy de nuestro Siglo de Oro, hablaban de nuestra sociedad contemporánea con una incontinencia verbal que nos dejaba en la piel y en la retina la imagen de miles de ahogados en el estrecho y una aguda sensación de imposibilidad para la comunicación del ser humano. Y no es de extrañar, por lo tanto, que en nuestro último espectáculo, “El triángulo azul”, merecedor del Premio Max 2015 a la mejor Autoría Teatral, se detecten las palabras de Quevedo en el “Sueño de la muerte”, casi irreconocibles, porque se funden de una manera estremecedoramente armónica con el resto del tejido textual que nos recuerda el genocidio nazi, esta vez centrado con nuestros compatriotas españoles allí asesinados. Con esta incursión en el reino de Cervantes queremos que MICOMICÓN estalle en ambas direcciones, recolectando una vez más el trabajo de 25 años con los clásicos y agudizando los sentidos para no dejar de hacer un teatro contemporáneo.